01/01/2004
Taller de la crítica y teoría del arte contemporáneo
Introducción:
«El manierismo es uno de los rasgos más patéticos de la esquizofrenia. De dos maneras diferentes, Blankenburg y Evelyne Szyncer han comparado la esquizofrenia y las danzas barrocas, la alemana, la pavana, el minueto, la común, etc. E. Szyncer recuerda la tesis de Freud sobre la reconstrucción del mundo y las modificaciones interiores de la esquizofrenia y pone de manifiesto una función de exceso, llamada "hypercrítica".»
(Gilles Deleuze: El pliegue. Leibniz y el barroco.)
La tarea de la crítica ha sido en algunos momentos diferenciar, localizar, disponer ordenadamente los objetos, como si se tuviera temor a lo diferente, a la rareza de los discursos y al azar de los acontecimientos. Lo pensado se resiste a admitir la forma clásica del saber, sobre todo a partir de la discontinuidad que se denomina modernidad. "Hypercrítica" es una forma manierista de la escritura que responde a la confusión de una forma transversal. El riesgo de la crítica exige que la reflexión en torno a ella sea también producción de grietas, intervención en el flujo de lo que acontece y no mero metalenguaje. La condición fronteriza de la estética se manifiesta es una travesía por las márgenes de nuestra cultura.
En este taller teórico-práctico de crítica de arte contemporáneo se abordarán cuestiones como la obscenidad y la banalidad de algunos planteamientos actuales, la dimensión política del arte, el retorno del situacionismo o las distintas forma de hibridación. Al mismo tiempo se prestará atención específica a obras de artistas como Bruce Nauman, Jordi Colomer o La Ribot, localizados en constelaciones problemáticas como las de lo (post)performativo, la ampliación de los límites de la danza y, por supuesto, la importancia o el "retorno" del cuerpo en el arte de nuestro tiempo.
«Después del "después" es inútil querer retroceder (porque habría que retroceder a ilusiones alimentadas por la creencia de que siempre habrá un "después"). Inútil, e indeseable. Inútil es lamentarse de la "pérdida" (por exceso) de lo "real", porque, como dice Baudrillard, en el fondo "lo real nunca le ha interesado a nadie. Es el lugar del desencanto, el lugar de un simulacro de acumulación contra la muerte". Lo real no interesa por su forma, sino por su materialidad, por eso que Schelling llamaba das Schreckliche y que Platón entreveía (mediante un "razonamiento bastardo", pues no se deja ver directamente) como chôra, la "matriz" del ente. La materialidad es la catástrofe, el aviso de la inminencia de la destrucción del objeto. Contra una lectura "formalista" de Hegel, el cuerpo (digamos: la marmórea belleza de una estatua griega) no interesa porque, "Argos de mil ojos", nos mire y pregunte desde todos sus puntos. Por el contrario, el cuerpo fascina porque no mira ni se deja traspasar por entero: fascina por su opacidad, preludio de muerte. La del cuerpo, y la de su espectador. Fascina porque no se deja introducir en el intercambio sígnico; porque está de más, de trop, indisponible.»
(Félix Duque: La fresca ruina de la tierra. (Del arte y sus desechos))
Fernando Castro Flórez